sábado, 18 de junio de 2022

Gallito de las rocas


 

La fiesta de las flores

 


El encuentro

 


El encuentro

Técnica mixta

Tinta china y acuarela

El lavanderito

 


El lavanderito

Acrílico sobre tela

El hervido de pescado

El hervido de pescado
Técnica mixta
Acrílico aerógrafo
 

sábado, 11 de junio de 2022

Inolvidable Cecilia

   


 Inolvidable Cecilia

    Cecilia está presente en una parte importante de mi vida, formando mis más bellos recuerdos. Su partida me da mucha tristeza, compartimos momentos muy bellos en la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, por los caminos del Arte y de la Música, donde siempre estaban presentes todas las composiciones de su padre Adolfo de Pool; recuerdos bellos que fueron alicientes en su vida, lo más importante y una de sus grandes motivaciones.

    Su sencillez, su admiración ante la Naturaleza, su alegría de vivir, su amor por el apostolado y los niños humildes, los llevaré siempre dentro de mi corazón. Compartimos la Catequesis parroquial, el Cursillo de Cristiandad; la quise mucho y la admiré, por ese profundo amor a Dios y a los demás. Siempre lista para servir, para ser solidaria, para amar.

     Últimamente pintaba incesantemente flores que se convertían en pájaros y componía letras para la música de su papá, con una vida interior llena de dulzura y paz; ejemplo para todos.

    Inolvidable en el recuerdo, presente en el cariño, en la Naturaleza y en los colores y en todo lo bello que su vida significó para mí y para todo aquel que pudo en algún momento, formar parte de su entorno vital.

Lucero Tamayo de Kube

13 de marzo de 2005

A Cecilia María. Por Wiston Jiménez

 


A Cecilia María

    Tardíamente Cecilia, me enteré de tu inconformidad con tu segundo nombre, quizá el más universal de todos los nombres, también el que han poseído millones de mujeres críticas como tú; que siempre compartieron su vida entre gentes, repartiendo saetas, ironías, versos y notas musicales. Sin duda que no dejarás de hacer eso y más, lo que más quisiste, crear, inventar, trazar, queriendo plasmar tus ansias redentoras para que el mundo, y sobre todo los tuyos, no te puedan olvidar.

    Bueno pues, será así. No podremos alejar tu señorío, tu elegante andar entre las piedras, venciendo las dificultades a pesar de lo empinado de sus cuestas y no podremos dejar de opinar de tus finas y agudas salidas en el momento más acertado, no podremos dejar de ver tus trazos ocres en las paredes de los hogares de tus queridos amigos. No podremos dejar de leer tus cuadernos de música tan celosamente guardados, para que al final cuando ya es posible el gran reconocimiento a Adolfo, vengas a irte seguramente para adelantarte en el conocimiento del programa definitivo.

     No podremos olvidar tu dedicación a Dios, porque fue tan intensa como las notas de tus cantos al vibrar en cada reunión de cada día en la casa de Dios que te fue tan cara, querida. No podrán olvidarte tus sobrinos ya que fuiste maestra transmisora de la pasión de la familia, la música. No podrán olvidarte tus hijos con quienes compartiste hasta el último aliento. Tu inmensa pasión por el Arte y por transmitir hasta la inmensidad, esas notas musicales, valor y esencia de toda vuestra descendencia.

    En fin, no podremos olvidarte sentada al piano recreando La fiesta de las niñas, María Cecilia o Triste y Solitario, porque además nunca dejarás de interpretarlas allá entre los humocaros, cantando y haciendo sonar tu estirpe de mujer y tu talante de artista.

Winston Gimenez

Barquisimeto, 13 de marzo de 2005