Pina era la Nana de la familia y según Cecilia, la que asistía a Magdalena Melo, su madre, en todo lo que tenía que ver con los oficios del hogar, desde la formación de la familia.
Pina aparece en la vida de Cecilia, ya que Adolfo la lleva a su nuevo hogar cuando se casa: Leonor, la madre de Adolfo es quien cuida de la pequeña Josefina desde su nacimiento y la cría según la usanza de aquel tiempo: obediencia y sumisión hacia la familia, austeridad y recato para ella.
Desde entonces, Pina formó parte de la familia de Pool Melo, haciéndose indispensable para todos y para todo lo que se había de realizar en la casa. Pina era la responsable del cuidado y la alimentación de grandes y chicos, de la vestimenta, del lavado y planchado de la ropa y hasta en los partos colaboraba como la comadrona más experta.
La mamá de Pina fue una india guajira nacida en Maracaibo, al parecer de la etnia wayuú y su padre, un meztizo de descendencia italiana al cual llamaban "el indio blanco". Este último personaje desaparece de su vida cuando abandona a su madre y ésta, teniendo otros hijos que atender y alimentar, se ve obligada a dejar la bebé bajo los cuidados de la abuela de Cecilia, Leonor Rodenas.
Se puede decir que Pina, no tuvo infancia. Siempre, desde que era apenas una niña tuvo que ser responsable. Aprendió a coser a los 5 años y desde entonces, siempre sería la encargada de zurcir cualquier cantidad de remiendos. También, era experta en encontrar todo lo que se perdía, lo que se extraviaba en la casa tenía que ver con Pina. Porque ella lo encontraba. Siempre. Si había alguien confiable para todos en la casa esa era Pina. Se entendía muy bien con los adultos, se diría que los dominaba en algunos aspectos, pero con los niños . . . era lo máximo. Siempre, como niños, pudimos contar con Pina.Y como testimonio de lo antes mencionado, podemos citar a Yleana Arias de Pool, quien escribe:
Josefina Bohórquez, la querida y recordada Pina, les hacía vestiditos a las muñecas, cuando jugabamos en la casa de los abuelos en Los Carmenes del Cementerio, en Caracas. Recuerdo el aroma que desprendía aquel bendito hogar, imborrable en mi mente. El patio central descubierto, pasadizo obligatorio para entrar al comedor, tenía una enredadera arriba de flor del Carmelo que caía al patio; de un lado estaba, el escritorio de papamio (Adolfo) con gavetas llenas de herramientas, frascos de cola, pedacitos de cuero y madera, lapicitos, cuadernos y donde él reparaba piezas y repuestos de pianos, pianolas y otros instrumentos. El aroma que emanaba ese escritorio era mi preferido, alguna que otra vez lo he evocado, transportándome a esos mágicos momentos.
Pina me contó en una ocasión, que su madrina, creo que era la señora Troconis, le llevó de regalo una hermosa muñeca de porcelana traída de París,ella la recibió asombrada y emocionada, se subió al techo, corrió a enseñársela a su amiguita que vivía al lado, cuando regresaba, tropezó, se le cayó la muñeca y se partió. Era muy joven cuando me lo contó y nunca se me olvidará su cara de tristeza al contármelo y agregó ; “ por andar yo de morisquetera.”
También recuerdo los refranes de Pina y Mamamia :
“ De los baños y las cenas, están las sepulturas llenas”
“ El tiempo perdido, los ángeles lo lloran “
“ Por juego ! por juego mataron a Chorota “
"Fulano es tan flojo que no saca un chivo a orinar"
Mamamía (Magdalena) me daba lápices, y un cuadernito para que me entretuviera. A los lápices y colores les sacaba la punta con un cuchillito de la cocina, cosa que me encantaba. El olor que desprendían los calderos de Pina, era inigualable,desde que entrábamos al comedor de la casa. Todo olía delicioso !! Y las manos de Pina ? Esto me lo hizo recordar la querida Elisa Gutierrez hace unos años, la jovencita vecina en aquel entonces : “ el olor de las manos de Pina, era algo maravilloso, indescriptible, nunca lo olvidaré ” Por último quiero apuntar la energia “ perfumada “del salón de música, a piano, a maderas y a montones de partituras, que delataban el lugar más importante de la casa “ la casa de un gran músico, de un gran artista”. Cortesía de Yleana Arias de Pool.
Josefina Bohórquez, nunca estudió en una escuela. Aprendió, de casualidad, porque comprendió que era necesario aprender. Sin embargo, guardó dentro de sí, la humildad primaria de los seres inocentes, de los seres "niño". De los seres indígenas que existen aún dentro de los confines de este Cosmos insospechado por el hombre moderno, que es la Tierra.